El independentismo catalán pierde fuelle entre sus máximos aliados. Así lo detalla un artículo publicado el pasado sábado en el diario Expansión, que destaca que la unilateralidad y los disturbios tras el fallo del ‘procés’ han enfriado las relaciones con Flandes, Escocia o Quebec
En la edición del pasado sábado, día 30 de enero, el diario Expansión llegó a los kioscos con un artículo titulado ‘El separatismo catalán ya no gusta en Europa’, obra del periodista David Casals. En el texto, el autor habla del distanciamiento cada vez más notorio entre los promotores del procés y los independentistas de otras regiones como Flandes, Quebec y Escocia, una tendencia que es sustentada por el investigador principal del Real Instituto Elcano y profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid, Ignacio Molina.
Según se desprende del texto, y se hace eco el digital catalán Gironanoticies.com el motivo que justifica dicho contexto es dual. Por un lado, la “apuesta por la unilateralidad”, y por el otro, los “disturbios que tuvieron lugar en otoño de 2019 en protesta por la sentencia del Tribunal Supremo que condenó a los impulsores del 1-O”. En este sentido, el diplomático Juan Claudio de Ramón detalla que el día del referéndum supuso un punto de inflexión “con media cúpula de la insurrección juzgada y condenada, y media fugada, además del considerable daño a la economía local”.
Otra voz del reportaje es la del profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Saint Andrews, Escocia, Diego Muro. Él explica que el caso catalán resulta paradigmático en cuanto a “participación civil y amplia movilización popular”, pero subraya que la vía unilateral “no es una táctica que quiera seguir Quebec”. Ni tampoco Flandes o Escocia, recalca el experto, dado que estos dos últimos territorios desean permanecer en la Unión Europea si se independizan.
Para Nicolás de Pedro, investigador del Institute for Statecraft de Londres que también da su versión en el artículo, “el intento de decir al mundo que Cataluña es una minoría nacional oprimida no tiene recorrido: choca con la realidad, porque el idioma y los símbolos están reconocidos y en el sistema educativo el catalán es la lengua vehicular”.
Caso por caso
Seguidamente, el reportaje desgrana la situación de los territorios citados uno a uno. En el caso de Escocia, por ejemplo, el autor hace referencia a las palabras de la ministra escocesa, Nicola Surgeon, en enero del año pasado, cuando se desmarcaba del procés: “He descartado un referéndum ilegal, si alguien quiere eso de mí no lo va a obtener. Cataluña es la prueba que si el proceso no tiene legitimidad no puede conducir a la independencia”, decía la política, que por su parte ha vuelto a exigir un referéndum secesionista al gobierno británico.
Por otro lado, el artículo también hace referencia a los paralelismos entre Cataluña y Flandes, una situación que se ha ido resfriando en los últimos tiempos, tal como demuestran las declaraciones, recogidas en el texto, de Bart de Wever, alcalde de Amberes y eje del nacionalismo flamenco: “No vamos a repetir un escenario como el catalán: cortar la comunidad en dos, dividirla hasta la médula y hundirla después en la desesperación”.
En el caso del Quebec, el artículo recuerda que en 2017 la Asamblea Nacional acordó por unanimidad solidarizarse con Cataluña después del 1-O, una decisión única en el mundo. No obstante, en 2019 la misma cámara rechazó renovar dicha moción, y solo se mantuvieron en pie los votos de la parte más radical del soberanismo quebequés.
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